domingo, 11 de diciembre de 2011

Una Historia De Amor Y De Sangre: Capítulo 2


El día había pasado rápidamente. Era sábado y Alejandra había estado pintando un cuadro que le habían encargado. Sus padres pagaban sus estudios y el alquiler de su departamento pero para darse otros lujos, ella debía rebuscárselas. ¿Qué forma mejor que haciendo lo que ella más amaba?

Limpió los pinceles y se fue a dar un baño. Más tarde Miriam pasaría a buscarle para ir a uno de sus clubes favoritos. Miriam era otra alma solitaria como ella y a la vez su única amiga. La única diferencia era que Miriam llevaba el pelo rojo, en el resto eran bastante similares.

Estaba secándose el pelo cuando Miriam golpeó su puerta. Todavía no se había vestido así que abrió la puerta envuelta en una toalla. Miriam entró y Alejandra se dio cuenta que no podía dejar de mirarle.

“Ponete algo que te deje ver la espalda,” le dijo Miriam, “Ese tatuaje que tenés ahí está buenísimo.”

El tatuaje que Miriam había mencionado era una gran hada y era el primero que Alejandra se había hecho, aunque no siempre lo dejaba ver con la ropa que se ponía.

“Bueno, supongo que puedo ponerme algo que haga que se vea,” dijo Alejandra mientras iba a su pieza a vestirse, cerrando la puerta antes que Miriam pudiese entrar. Todo bien con Miriam, pero a veces se interesaba demasiado en ella. Y ella y Miriam no compartían exactamente la misma orientación sexual, pero se llevaban bien y por eso seguían siendo amigas.

Alejandra había dejado caer la toalla que tenía puesta, dispuesta a vestirse, cuando por el espejo pudo ver algo o alguien moviéndose en la terraza del edificio de en frente. ¿Estaría alguien mirándole?

Caminó hacia la ventana y cerró las cortinas. Luego se siguió vistiendo. Pero cuando menos se dio cuenta, la cortina estaba abierta nuevamente. Ya vestida, salió al balcón para tener una mejor vista de la terraza. Pero no había nadie allí. Miró a la calle y allí fue donde le vio de nuevo. Allí estaba él parado: El chico que había conocido en el colectivo.

Había algo sobre él que hacía que mariposas revoloteen dentro de su estómago, pero a la vez podía sentir un sentimiento de inseguridad, como de peligro inminente. Era una sensación muy extraña.

Volvió a la sala de estar, donde Miriam estaba esperándole. Miriam le miró y le sonrió, aprobando lo que veía de manera silenciosa.

“¿A dónde vamos hoy?” preguntó Alejandra.

“A un bar que abrió hace poco. Se llama Dark Fangtasy. Dicen que el dueño es de Estados Unidos. Tal vez sea un vampiro.”

“Vos y tus vampiros,” contestó Alejandra con un tono sarcástico.

“Pero si yo te digo que no son cuentos de hadas,” continuó Miriam con un tono de seriedad.

“Sí, claro… el vampiro que conociste en Nueva Orleans cuando estuviste en Estados Unidos. Por supuesto,” continuó Alejandra con el mismo tono sarcástico. Miriam había estado en Nueva Orleáns hace un año atrás y cuando volvió le había contado historias de cómo había conocido a un vampiro con el cual se había acostado y le había dejado que le mordiese. Miriam decía que el sexo con un vampiro era incomparable. Seguramente habría estado drogada cuando todo eso había sucedido, era muy probable.

“¿Pero por qué nadie me cree?” dijo Miriam acercandose a Alejandra. “Si hasta les mostré las marcas que me había dejado en el cuello, justo ahí…” Miriam se quedó congelada, mirándole el cuello a Alejandra, sin saber qué decir.

“¿Qué pasa?” preguntó Alejandra.

“¡Hija de puta!” exclamó Miriam. “¡Conociste un vampiro y no me contaste. ¿Cómo te atreves?”

Alejandra abrió los ojos bien grandes, sorprendida por la reacción de Miriam. “¿Qué?”

“¡Te mordió! Y vos que te haces la incrédula. ¿Tuvieron relaciones también?”

“Estás loca, Miriam, sabelo,” siguió Alejandra. “No conocí ningún vampiro ni nada por el estilo. Esas marcas no se ni de que son. Seguramente un bicho que me picó ayer en el colectivo.”

“No te hagas la que no sabes nada,” continuó Miriam ofendida. “Creí que eramos amigas.” Y empezó a ponerse su campera.

“¿Te vas?” preguntó Alejandra, todavía sin poder creer que su amiga estuviese respondiendo así.

“Sí, me voy a ir sola. En una de esas conozco una vampira esta vez. Bye bye.” Dijo Miriam mientras abría la puerta y salía al pasillo. Y así como vino se fue.

Alejandra suspiró. Ella no estaba tan loca si se la comparaba con Miriam. ¿Qué hacer ahora? No podía ir al club sola, no se animaba. Pero ya que estaba vestida y maquillada, a algún lugar debía ir, –pensó. Tal vez el bar de enfrente sería una buena opción.

Tomó sus llaves y un poco de dinero antes de salir de su departamento. Luego cruzó la transitada calle mirando en dirección del bar de en frente. Ella pensaba que el bar no estaba mal, pero nunca lo frecuentaba, ya que no era para los bichos raros para ella. Pero entrando en él, se dio cuenta que el bar había cambiado por completo.
Alejandra miró a su alrededor, le parecían increibles todos los cambios que habían ocurrido en tan poco tiempo. Todo a su alrededor era negro, había arte gótica en las paredes y hasta los empleados estaban vestidos de negro. De más está decir que también vestían de negro la mayoría de los clientes.

“Este ahora puede ser un lugar perfecto para mí,” pensó Alejandra mientras se sentaba en una banqueta frente a la barra.

El bartender se le acercó mientras ella estaba distraída mirando una pintura en la pared, había algo sobre ella que no estaba bien.

“¿En qué puedo ayudarle?” le preguntó.

Alejandra lo reconoció por su tono extranjero antes de darse la vuelta. Allí estaba el chico tan apuesto que había conocido en el colectivo. Y hoy tenía los ojos delineados, lo que le resaltaba aún más sus ojos color celeste tan claro.

“Hola,” le dijo ella sin poder quitar su mirada de sus ojos, “¿un bloody Mary por favor?”

“Por supuesto,” le dijo él e inmediatamente comenzó a prepararle su trago.

Ella siguió mirando el cuadro por unos instantes, hasta que se dio cuenta de lo que no estaba bien. “¿Cómo no me di cuenta antes?” pensó. El cuadro resultaba ser una versión finalizada del dibujo de la mariposa que ella había comenzado a hacer el día anterior. Estaba inclusive mejor que lo que ella tenía en mente. ¿Pero cómo podía ser? ¿En qué momento podría haberlo perdido? Todo era demasiada casualidad.

El bartender le alcanzó su trago y se sentó delante suyo, dispuesto a entablar una conversación, lo cual no era muy normal que sucediese en la vida de Alejandra. “¿Cómo te llamas?” le preguntó él.

“Alejandra,” contestó ella. “¿Vos?”

“Nikolav.”

“Qué nombre raro,” comentó ella. “¿Es ruso?”

Él sacudió la cabeza. “No. Es búlgaro.”

“¿Venís de Bulgaria?” preguntó ella sorprendida.

“Sí,” le confirmó él. “Me mudé aquí hace muy poco tiempo.”

Ella empezó a tomar de su Bloody Mary. Era el mejor que había probado en su vida. Nikolav realmente tenía un don para esto. Mientras bebía su trago, siguió hablando con él. Cada vez se sentía más atraída por su forma de hablar, por las historias que él le contaba sobre los castillos búlgaros en los que había estado. Y luego tomó otro trago, y otro, y otro.

****
Alejandra se despertó en otra cama, en otra habitación. Estaba desnuda y no sabía cómo había terminado allí. ¿Qué habría hecho la noche anterior? ¿Habría tomado tanto que ahora no se acordaba nada de lo sucedido? Rogaba no haber hecho ninguna locura.

Se levantó rápidamente envolviéndose con la sábana mientras buscaba su ropa en algún lugar. Su cuello le picaba. Se rascó, había sangre húmeda en él. “¡Maldición!” pensó. La cosa cada vez se ponía más fea.

Mientras seguía buscando su ropa sin tener suerte, Nikolav apareció saliendo del baño tan sólo con una toalla envuelta en su cintura.

“Buenos días, hermosa,” le dijo con una sonrisa matadora.

Alejandra no sabía qué decir. No recordaba haber estado con él la noche anterior, pero todo indicaba que él la había traído hasta su casa, o departamento, que por cierto demostraba un buen gusto en decoración, y por más que ella no lo recordase, de alguna manera había llegado a ése lugar, y ella debía de haber asentido.

“Buenos días,” respondió ella. “¿Sabes dónde está mi ropa?”

“Abajo en frente de la chimenea,” contestó él todavía sonriente. “Pero no puedo prometer que esté en una sóla pieza.”

Alejandra no podía creer lo que estaba oyendo. Y no sabía qué hacer, ni cómo salir de ésta situación tan embarazosa.

“La voy a buscar,” le dijo y empezó a caminar hacia la puerta. Pero cuando menos se dio cuenta él estaba detrás suyo y le tomó del brazo, llevándola hacia él mientras sus labios se unían en un profundo beso, un beso como Alejandra nunca antes había experimentado. Ahora sabía por qué había terminado haciendo todo lo que sea que hubiese hecho con él la noche anterior mientras estaba borracha. Esos labios eran realmente irresistibles, tan calientes, pero tan fríos al mismo tiempo.

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